Cuando el New York Times vende su flamante sede central de 21 pisos en el corazón de Manhattan, despide a 100 de sus trabajadores y recorta los salarios a la mayoría de ellos, parece que es hora de preocuparse porque algo anda mal con el periodismo. Los expertos hablan de crisis, mientras los dueños de los medios sacan humo buscando cómo financiar su empresa, y los periodistas cruzan los dedos por no ser uno más de los que pasan a categoría de cesantes.
Como podemos comprobar, la tecnología no le sonríe a todos por igual. Desde que la web mostró que su potencial estaba en los usuarios, éstos no se hicieron de rogar, y la proliferación de publicaciones, ya fuera en blogs o micromedios independientes, fue aumentando de forma exponencial. Nuevas alternativas para estar informado en cualquier minuto y en cualquier lugar, y nuevas consecuencias para el periodismo consagrado: crisis laboral. Si a esto le sumamos que ciertos viejos gurúes del periodismo de batalla, no saben qué es twitter, no tienen cuenta en facebook, usan sólo el mail corporativo, no tienen sus favoritos en delicious, ni leen en rss, estamos ante un verdadero problema mediático. La brecha cognitiva entre los que mandan y los que son mandados tiene solución sólo cuando los de arriba se suman al carro de las tendencias marcadas por los desarrollos tecnológicos, y los ven como un medio para lograr un objetivo. En este caso, ganar audiencias, lograr financiamiento publicitario, y mantener su prestigio en el mundo de la comunicación. ¿Y qué pasa con los de abajo? Los de abajo, por su parte, deben lograr que la tecnología que desestabiliza el ecosistema mediático tradicional y favorece la aparición de periodistas ciudadanos, les sonría también a ellos. Los periodistas de hoy, y del futuro, deberán ser expertos de la web 2.0, ya no se van a cerrar al periodismo como un mundo exclusivo del reporteo; construirán historias con narrativas multimedia e hipertextuales; manejarán grandes cantidades de información, serán especialistas en interactividad, responsables de usabilidad, arquitectos de la información, y estarán mejor informados que cualquiera. Por eso, cuando el New York Times vende su sede en Manhattan, despide y recorta salarios de sus trabajadores, suena la señal de alerta para despertar, emprender y abrir nuevas puertas para el periodismo y la comunicación.
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